La hipertensión supone una mayor resistencia para que el corazón bombee la sangre a lo que el músculo cardiaco responde aumentando su masa muscular, lo que puede acabar causando insuficiencia coronaria, angina de pecho y arritmia.
Además la hipertensión promueve la arteriosclerosis (endurecimiento de las arterias), trombosis y formación de aneurismas (dilatación de la arteria). La arteriosclerosis de los vasos sanguíneos en las piernas puede causar dolor al caminar.
En el cerebro, las arterias se vuelven rígidas y estrechas y éste no recibe la cantidad de sangre suficiente por lo que existe un aumento del riesgo de daño cerebral. En ocasiones, puede llegar a producirse la rotura de la arteria dando lugar a una hemorragia cerebral que provoca ICTUS o accidente cerebrovascular agudo hemorrágico.
La HTA provoca alteraciones en la visión debido a la retinopatía hipertensiva.
El riñón también se ve afectado por la rigidez que la hipertensión arterial causa en las arterias renales y se considera que la hipertensión es la segunda causa más importante de enfermedad renal crónica.
A la hipertensión arterial se la ha denominado el “asesino silencioso” ya que no presenta síntomas y puede ser que no nos demos cuenta de que la estamos sufriendo. Hay predisposición familiar y es más frecuente a partir de los 40 años, aunque puede darse a cualquier edad.
A partir de los 40 años, debemos tomarnos la presión arterial al menos una vez al año, y si ésta está elevada hay que consultar con el médico.